Eduardo López Oteo

"Mis recuerdos en el Coro Universitario de Tucumán. 1945-1995"

Había un señor ingeniero, coloradito, rubio, gordito y retacón. Era uno de los pioneros del Coro y parecía que se había comprado todos los números de la rifa del sillón de presidente del CUT. Aguantó varios períodos de comisión directiva y 35 años de actividad plena y a plena voz como cantante. Le decíamos “el dueño del Coro”. Hablando, su voz tenía un timbre metálico agudo; dando clases, su voz se hacía francamente chillona, pero cantando se aterciopelaba y su registro se ampliaba desde tenor a bajo profundo, sin perder intensidad. Era “la voz” que siempre anhelé tener. Hombre íntegro y respetado, al que cariñosamente le decíamos “Manzanita”, y no como sus alumnos del Técnico y de la Facultad, más precisamente de Luminotecnia, que irrespetuosamente le endilgaron el mote de “Sapo i’ bronce”. Para Chicha, su dulce esposa, y sus hijos Marta y Rulo que también pasaron por el coro, siempre fue Heberto. “Papá Bühler”, como también lo llamábamos, fue el “alma” del CUT y en él personifico al modelo de hombre inteligente, culto, educado, tesonero, capaz de brindarse sin esperar recompensas; luchador incansable y guía al que habría que emular.

(Semblanza extraída del libro “Mis recuerdos en el Coro Universitario de Tucumán 1945-1995”)

Coro Universitario de Tucumán: una chispita que encendió un gran fuego